«Hola, me llamo Dominique Wilkins, encantado». Parte 2
ESTAMBUL Y LAS VENTAS 1ª PARTE
La mejor lección de ventas que he recibido no me la dio ningún gurú español ni americano.
En realidad, son 2 lecciones separadas por 45 minutos.
Ahora verás.
Hoy te contaré la 1ª lección.
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La Semana Santa de 1996 la pasamos en Estambul.
Yo estaba en la Fragata Baleares y salimos de Ferrol que era nuestra base a mediados de enero.
Si todo iba bien volvíamos a Ferrol el 13 de junio por la tarde.
Y tenía que ir todo bien porque yo tenia planeada mi boda para el 15 de junio por la mañana.
Las patrullas por el Adriático en la Guerra de los Balcanes eran de unos 25 días navegando y 4 en puerto.
Pero no siempre eran así.
Esta patrulla fue bastante larga.
Hacia 34 días que habíamos salido de Venecia cuando llegamos a Estambul.
Íbamos a estar 5 días allí contando que llegamos el miércoles santo a las 19 horas, ya de noche.
Y, por cierto, yo ese día estaba de guardia y hasta las 09:00 del día siguiente no podía salir del barco.
Para mí se alargaba un día más la cosa.
35 días con sus 35 noches en un barco metido en mitad del mar….
En Estambul nosotros no atracamos el barco en el puerto.
El barco se quedaba en mitad del agua y con las zodiac nos acercaban a tierra.
Al hacerlo así, nos permitían dormir fuera del barco.
Yo me aloje en el Hotel Mármara.
Un hotel en plena Plaza Taksim de 4 estrellas.
Un sitio estupendo para estar alojado.
En aquellos tiempos Estambul debía ser un sitio muy visitable en Semana Santa por famoso españoles.
No me preguntes porqué.
En esos 4 días vimos a Imanol Arias con Pastora Vega.
Visitamos una fábrica de alfombras con Iñaki Gabilondo y una mujer y Víctor Manuel y Ana Belén que iban los 4 juntos.
Y vimos en una tetería en la zona asiática a Nacho Duato.
El viernes ni yo ni mis 3 amigos estábamos de guardia por lo que nos dedicamos a recorrer Estambul andando.
Justo al lado del hotel estaba la calle Istikal que es la calle comercial por excelencia de Estambul y que desemboca en el puente Gálgata, punto de entrada la antigua Constantinopla, o sea, a la parte antigua de la ciudad.
La verdad es que la mañana pasó sin mucho que contar.
Tiendas de todo a cada lado de la calle.
La mayoría con falsificaciones, y te estoy hablando de hace 25 años.
Embajadas de muchos países, de hecho, el último atentado que ha habido en Estambul hace como un par de meses fue en esa calle.
Y gente a punta pala, como en cualquier arteria comercial de cualquier ciudad.
Pero llegamos al puente Gálgata.
Ese puente se hizo famoso porque es el que sale en la última escena de “La pasión turca”, una película protagonizada curiosamente por Ana Belén.
Justo al salir del puente y entrar en el llamado “Cuerno de Oro” hay un paso subterráneo para evitar jugarte la vida cruzando una avenida de 6 carriles.
Como ese paso subterráneo es muy transitado, estaba lleno de tiendas.
Hasta aquí nada fuera de lo normal.
Pero al salir estaban sentados en la acera como 2 docenas de niños de unos 10 años.
Algunos con bolsas de deportes más grandes que ellos.
Los niños se levantan en cuanto nos ven.
Y es que cantábamos a extranjeros a la legua.
Nos hicieron un pasillo.
Nosotros nos miramos extrañados, pero seguimos caminando, eso sí, con las manos en las carteras.
Algunos niños nos empezaron a seguir.
Hablaron entre ellos y se dividieron.
Los que no llevaban bolsas se acercaron bastante a nosotros.
Lo de las bolsas nos seguían como 6 pasos por detrás.
Nosotros íbamos tranquilos.
Eran críos y no suponían ninguna amenaza.
Cuando llevábamos 30 ó 40 pasos andados, uno de nosotros pidió fuego.
Y ahí se desató una tormenta auditiva.
Los 10 ó 12 niños que nos seguían empezaron a gritarnos:
“español, español, compra calcetines Lacoste, Lacoste muy caro en España. Aquí muy baratos. Compra, Compra. 20 pares 1000 pesetas, español, muy baratos…”.
Imagina eso repetido por un coro de niños no menos de 7 veces en 3 minutos.
Los niños nos habían seguido en silencio sin saber de dónde éramos.
Esperaron a saberlo para adecuar su oferta.
Aguantaron en silencio hasta saber en qué idioma tendrían que hablarnos.
Se mordieron la lengua hasta que no descubrimos nuestro, para ellos, “punto débil”.
Esos niños sabían más de marketing y venta que el 90% de los comerciales que te quieren vender algo.
Esos comerciales sólo hablan y hablan y jamás te escuchan.
Vamos a juntarnos tú y yo y a hacernos pasar por esos niños turcos tan avispados.
Tú conoces tu producto y a tu cliente.
Yo sé hablarles en su idioma y con la oferta que necesitan.
Tienes soluciones para sus problemas.
Yo se lo cuento.
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