Si estás aquí es que tienes dudas de quien o qué soy. Te lo cuento

 

En noviembre del 91 me encontré dentro de un C.I.C (Centro de Información en Combate) de una fragata española navegando por el Círculo Polar Ártico en unas maniobras OTAN enfrente, aunque lejos de las costas de Rusia.

 Estábamos barcos americanos, canadienses (que también son americanos, pero los yankees se han apropiado del gentilicio), británicos, noruegos, alemanes, italianos, holandeses y daneses, etc…

 

      Mas de 40 buques de guerra OTAN frente a Rusia. ¿Te suena actual, verdad?

 

El C.I.C es el verdadero cerebro de un barco de guerra. 

Ahí es donde a oscuras se analiza todo.

Donde se decide todo.

Aunque muchos se crean que es en el “puente de mando”, para nada es así. Todo se evalúa y ordena desde el C.I.C.

La guerra se dirige y se hace desde el C.I.C. del barco.

 

Se analizan las señales del radar aéreo para la guerra antiaérea.

Se analizan las señales del radar de superficie para la guerra en superficie y en tierra.

Y en un lugar como apartado en esa “sala” estábamos los del sonar con nuestra guerra bajo el agua.

Una guerra silenciosa e invisible que poca gente conoce y entiende.

 

 

Quiero decirte que no hay mayor miedo que el miedo a lo desconocido. El miedo que te sorprende.

Ese miedo paralizante que no sabes de donde viene ni cuando llega.

Justo eso es la guerra submarina.

Un “juego siniestro” del escondite entre los buques de superficie y sus sistemas de detección (sonares) y los submarinos y su silencio e invisibilidad.

 

 

Yo soy sonarista, es decir, experto en buscar submarinos.

Siempre me encantó mi trabajo y aunque no hubiera maniobras antisubmarinas,  me subía al C.I.C a buscar y estudiar señales de pesqueros, señales de vida submarina.

Era lo que se dice un friki del sonido bajo el agua y aproveche la situación para encender mi equipo y buscar ballenas o pesqueros sin interrupciones.

Estabamos en mitad un ejercicio de guerra antiaérea, algo que no me ocupaba  ni tenía porque estar en mi puesto si no durmiendo mi catre, pero quería saber lo máximo de un sitio al que difícilmente volvería. Estábamos frente a Rusia por primera vez en la historia naval española.

 

De repente,  un punto en mi pantalla se ilumina:

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                                                                       “Piiiiiinnnggg”

                                                                                

Nueva vuelta del cursor sobre la pantalla.

                                                               “Piiiiiiiinnnnnggg” 

Y el punto en el mismo sitio.

Abro los ojos como un dibujo animado japonés y suelto el famoso y español ”COÑO”.

 

Miro mi amigo “Polvillo”, que estaba en la mesa de cartas náuticas: y le digo

  • “Polvi, ¿que hay en demora 0-4-5  a unas 60 millas?”

Se vuelve y me dice con su acento de Ubrique:

  • Alba, hay no hay ná”.      Me llamaba “Alba” porque soy de Albacete.
  • “mira bien, joder, igual hay un cable, un gaseoducto o un bajo”
  • “Que no killo, que hay no hay ná, joeee. ¿ Pero…. tú que vas a ver si hay algo a 60 millas? No me jodas.
  • “pues mira mi pantalla”

 

“Piiiiiiiiinnnnnnggg” por tercera vez.

Cojo mi radio y canto al jefe de C.I.C

                                    “Contacto sonar, demora 0-4-5, distancia 108.000 yardas”

 

Nadie me hizo caso. Ni había submarinos en la zona ni se puede saber si hay a más de 8 ó 10 kilómetros y yo estaba diciendo que tenía algo a 60.

“Piiiiiiiiinnnnnnggg” de nuevo.

Repetí la frase, un poco más alto y más despacio

                                         “Contacto sonar, 

                                             demora 0-4-5, 

                                     distancia 108.000 yardas”

 

Y si, ahí noté como 50 ojos se clavaban en mi espalda.

Supongo que la mitad buscando la botella de Cutty Sark que debía estar bebiéndome y la mitad pensando que tantos días en la mar me habían vuelto loco.

De repente todo el mundo empezó a revolver papeles buscando ese submarino en las hojas del briefing del ejercicio.

No había nada en ningún sitio.

Y yo había encontrado algo que no debía estar ahí.

Lo encontré porque estaba mirando cuando el resto de sonaristas de mi barco y de los otros 40 barcos, dormía.

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                                         Rápidamente me convertí en la estrella de «la película».

Y qué película. Avisaron a mi jefe, al jefe de sistemas de combate, a mi comandante.

Avisaron al jefe de operaciones del ejercicio, un canadiense.

Avisaron al almirante griego que mandaba las maniobras.

Vamos que seguro que llegué a despertar a alguien hasta en el Pentágono.

Empezamos un juego entre el comandante ruso de ese submarino y yo, un simple cabo 1º sonarista español.

Un juego peligroso y desconocido para ambos.

Recordad que en 1991, en agosto, hubo un golpe de estado en Rusia.

El ruso estaba saliendo de su base, Polyarny. No sabíamos ni a donde iba ni para qué salía en mitad de unas maniobras OTAN.

Quizás quería probar su capacidad.

Pero le cacé.

Hora tras hora, el ruso y yo íbamos maniobrando, cambiando de rumbo y velocidad para intentar perderme él y no perderlo, yo.

Cuando llevaba casi 7 horas tras él, tuve que levantarme a mear.

Pedí permiso e hice el ademán de levantarme.

No pude. Una mano me empujó de nuevo al sillón.

  • Tú de ahí no te mueves”
  • Miré sorprendido hacia el dueño de esa mano y solo acerté balbucea: “Co….Comandante,… es que me meo”
  • “!!Traed una botella vacía!!. Este hombre no se mueve de la consola hasta que no sepamos qué cojones pasa con este submarino ruso”
  • “A sus órdenes, señor” ….como no podía ser de otra manera. Eran otros tiempos.

La misión es lo más importante….

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Nos acercábamos al ruso y nos alejábamos.

Viraba el ruso, virábamos nosotros. Llevábamos 22 horas de “baile”

 

Y de repente, zas…..desaparece.

 

La pantalla limpia de puntos.

En mis oídos, ningún sonido.

 

Pero en contra de lo que sería normal, no sentí alivio.

Sentí rabia e impotencia.

El ruso me había ganado

Yo había perdido.

 

 

Empecé a cambiar parámetros. Nada.

Empecé a buscar como quien busca un anillo entre la arena de la playa.

Empecé a aceptar mi derrota.

Los segundos eran eternos.

Detrás de mí, mi “público” desaparecía. 1 a 1 se alejaban de mi espalda.

 

Hasta oí un “menos mal, estaba ya hasta los cojones de esto. Ya podía haberlo perdido hace 10 horas”.

 

 

Le pedí al de la carta náutica, ya no era mi amigo Polvi si no su relevo,  que me dijera dónde debería estar el submarino ruso a los 3 minutos con la misma velocidad.

Me dio un sitio.

Ahí coloqué mi “oído”.

 

Esperé.

 

 

 

3 minutos. Silencio.

4 minutos. Silencio.

5 minutos. Nada.

6 minutos…..Y pasó.

 

 

“Piiiiiiiiinnnnnnggg”

 

6 minutos después de desaparecer, apareció de nuevo, justo donde debía estar.

 

Podría haberlo dejado. Nadie me reprocharía nada. Sin tener que estar en mi puesto llevaba casi un día entero sentado siguiendo a un ruso.

 

Pero creo que ya lo sabes. Yo no soy de esos.

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Así que seguí tras el ruso.

La cuenta volvía a arrancar.

Comía bolsas de M&M´s amarillas y bocatas de jamón del bueno que me traía el repostero del Comandante, bebía Coca-Colas y fumaba Ducados (ya os he dicho que eran otras épocas).

Pero sentadico en mi puesto. Iba con todo.

Se oye una voz en la radio que nos sorprende a todos.

  • “Cable del submarino ruso, Comandante”
  • “¿Qué dice? Leamelo cojones”
  • “Está en inglés. Traduzco. Les habla el comandante del Submarino K-461. Voy en tránsito inaugural. Solicito salir a la superficie en su proa a 300 metros”
  • “Digale esto….Aquí comandante Fragata Extremadura F-75, atendemos su solicitud. Tendrá en a su babor 2 fragatas americanas y a su estribor 1 fragata alemana. El jefe de la escuadra está en la fragata alemana”

 

Pasan unos segundos y:

  • “Nuevo cable del submarino ruso…..Quiero hablar con usted y felicitar a sus hombres. Nunca pensé que seríamos detectados y menos a esa distancia.”

 

Mi comandante me dió dos palmadas en el hombro izquierdo y se fue al puente para seguir hablando con el ruso, para verse las caras.

Le habló a ese comandante ruso de mi.

No se creía que solo yo estuviera tras él.

Casi 68 horas después del primer contacto el ruso aceptó mi victoria.

Es la primera vez que me sentí plenamente orgulloso de lo que acababa de hacer.

Me había exprimido al máximo.

Y lo había hecho por mi cuenta. Por amor propio.

Luego vendría una medalla.

Luego vendría un par de reuniones con militares americanos y con americanos no militares, de esos vestidos de traje y gafas de sol….

Luego vendría una carrera militar. Pero eso luego.

En ese momento, un tipo de Albacete de 22 años, recién salido de la Academia, que no había subido a un barco antes de entrar en la Armada jamás en su vida  y que no tenía ningún familiar militar y mucho menos marino, había seguido al submarino ruso más moderno del que no se tenía firma acústica ni sonidos de funcionamiento.

En algún sitio del Pentágono estarán mis grabaciones de ese día porque el submarino ruso hoy en día aún está en activo y opera en el Mar Negro, con base en Crimea.

 

                                                       (Te suena a algo actual, ¿verdad?)

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